miércoles, 20 de noviembre de 2013

Remanso

El tema de la clase había sido el conocimiento de Dios. 
Salí cansada sí, pero contenta, porque los chicos habían preguntado, buscado y pensado, haciendo el esfuerzo por comprender al Ser mas Simple, que explicamos a veces de manera tan compleja. Obligada pasada por sala de profesores por un trago de café y unos minutos de charla amena y luego a caminar al rayo del sol hasta el trencito. Atravesé la puerta del colegio pensando en todo esto. En la existencia de Dios, en sus creaturas, (sobre todo en estas veintitantas que están a un paso de salir del colegio hacia el mundo) y en lo difícil que se nos hace a veces entender lo que otros pensaron antes.
Di la vuelta a la esquina y me asome a la parroquia. Silenciosa y fresca, sin más luz que la del tabernáculo y la del sol, obra de Sus manos, que se colaba por las ventanas. Desde la puerta, porque el tiempo es tirano, saludé al dueño de casa y seguí mi camino. Los pájaros cantaban, los árboles se movían apenitas por la brisa y un perfume a jazmines inundaba la cuadra. Arranque algunas florcitas de un cerco para mi escritorio y con el alma en las nubes y los pies ligeros llegué hasta el tren.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Llegar siempre es volver


El tren arranca en Morris con mas brío. O eso me parece a mí, porque se acerca Bella Vista.
 Después del pobre río Reconquista me paro frente a las puertas, que abro de par en par.
Me encanta este momento. El viento me da en la cara y me despeina un poco, como si estuviera volando despacio. 
Sensación de alegre libertad. 
No todo es lindo en el paisaje, pero conozco muy bien este trecho,y se exactamente a donde hay que mirar para regocijar la vista y el espíritu. Pasamos el club, los álamos y los eucaliptos y empiezan las casitas. Algunas mas lindas que otras, una mas alta, otra mas ancha, la de la enredadera y aquella pintada color ladrillo y ya estamos llegando. 
Hace un poquito de frío, pero salió el sol después de varios días de lluvia. Todavía quedan algunos charcos en las callecitas, y en el piso aparecen las primeras flores de jacarandá, que me encantan.
He descubierto que llegar a Bella Vista siempre es volver.

martes, 17 de septiembre de 2013

Lapacho en flor

  • Trencitas bien tirantes, hechas por mama entre un cafe con leche apurado y un par de medias que pretende disimular su desigualdad. Suena María Elena Walsh en la radio, señal de que hay que salir volando. No puede ser que siempre lleguemos tarde.
    Me esperan varias cuadras de flamear con mis patitas casi en el aire, de la mano de papá. Hablo y hablo mientras él escucha atento y aprovecha mis breves pausas para planificar su día. Vamos en zig zag, aprovechando los semáforos para detenernos lo menos posible.
    Doblamos en las esquina de la plaza y una felicidad inmensa me invade por adentro. Silencio y asombrada contemplación que se traducen en sonrisas. El primer lapacho florecido como un algodón de azúcar, anuncia que falta poco para mi cumpleaños.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Trazar la Cruz


Todavía hay cosas que logran enmudecerme. El asombro ante la inmensidad de Dios es una de ellas.

Durante días y días anduve por rincones del mundo sin moverme de Buenos Aires.

Cada jornada tocaba algo diferente. Montañas, castillos, catedrales y capillas, nuevos paisajes con caras de viejos conocidos. Todos con el color de nuestra Cristiandad.

Allá, nuestra Madre Patria, que nos inició en la Fe que hoy profesamos y desde donde llegaron tantas tradiciones y costumbres. Recorrí la historia de nuestra Fe a través de la historia de un país. Un apóstol enviado al mundo para llevar el Misterio que le había sido confiado. Una persona humana con fortalezas y debilidades, acompañada y empujada por nuestra Santísima Madre. Ella, presente desde el principio, vela sobre sus hijos como Madre Tierna. Ella, Pilar de la Cristiandad, Columna de nuestra Fe. Fortaleza de los que aman a Dios y quieren cumplir su voluntad.

Y un poco más arriba, una isla, con otro idioma y costumbres distintas. Un país esperanzado como el verde de sus praderas, noble como el mar que la rodea.  Su música alegre y el espíritu aguerrido de sus hijos tienen un fundamento trascendente y por eso perduran a través de los siglos. La unidad de esa nación es la Fe. Por ella batallaron generaciones y generaciones y por ella murieron tantos valientes.

Todo eso me produce asombro. Silencio maravillado ante el Misterio. Es que no se puede decir nada, porque las palabras que dijéramos quedarían chiquititas y opacas ante la Grandeza. 
Asombro que trae la alegría. Alegría compartida, que es doble alegría.
Y cada vez que mi imaginación camina y vuela por esos lugares, recuerdo los versos de Marechal en su Didáctica de la Patria:

“Y has de saber que un pueblo se realiza tan sólo
cuando traza la Cruz en su esfera durable.
La Cruz tiene dos líneas: ¿cómo las traza un pueblo?
Con la marcha fogosa de sus héroes abajo
(tal es la horizontal)
y la levitación de sus santos arriba
(tal es la vertical de una cruz bien lograda).
Josef, si como pueblo no trazamos la Cruz,
porque la Patria es joven y su edad no madura,
la debemos trazar como individuos,
fieles a una celosa geometría.

¡La vertical del santo, la horizontal del héroe!”

Creo que Irlanda y España, vaya si supieron comprenderlo  bien.

jueves, 22 de agosto de 2013

Viajar por la ventana.





Una niebla algodonosa y húmeda  envolvía Buenos Aires en un halo de misterio. Como si la ciudad de pronto se encontrara entre nubes.
Los  ojos de Isabel abandonaron en seguida los apuntes  y escapó su pensamiento por la ventana. La niebla comenzó a volverse cada vez más espesa, hasta tapar la ciudad por completo. Se refregó los ojos, para ver mejor, y divisó a lo lejos verdes praderas, al principio borrosas, pero cada vez más nítidas y más allá unas montañas.
Estaba caminando por un sendero de tierra, flanqueado por las típicas paredes peticitas y rocosas a los costados, nada transitado. A un lado se alzaban majestuosas colinas, y al otro lado el mar golpeaba los acantilados, susurrando viejas historias a las piedras.
Contenta de haber salido de Buenos Aires, decidió seguir el camino, para ver hasta dónde la llevaba.  Absorta contemplando las miles de tonalidades de verdes que pintaban el paisaje, caminó y caminó un rato largo, hasta llegar a una casita de piedra y madera  y  tejas envejecidas. Hacía frío, y ella estaba en pijama y pantuflas, porque cuando salió de su casa no tenía pensado cruzar el océano ni llegar tan lejos. Por supuesto que le daba un poco de vergüenza presentarse así frente a unos desconocidos, pero la dejó de lado cuando vió el humo que salía de la chimenea, e imaginó lo agradable que estaría alllí dentro.
Golpeó la puerta y enseguida abrió una señora de cabellos grises y ojos del color del mar.  La sonrisa que iluminaba su arrugado rostro tranquilizó  a la viajera. “¡Adelante hija! ¿Qué haces así vestida en un día como hoy?” le preguntó en un inglés que Dios sabe cómo comprendió Isabel.  Y mientras le explicaba como había sucedido todo, Ana puso agua a calentar y le ofreció  ropa limpia y abrigada. 
Se sentaron frente al fuego y comenzó una animada charla, como si se conocieran de toda la vida. Una cosa así no hubiera sucedido jamás en la ciudad pensaba Isabel, intentando descubrir qué sería lo que había movido a esa mujer a abrirle su casa a una desconocida que se presentaba a las cuatro de la tarde en pantuflas. Y sin preguntar nada encontró la respuesta. Sobre la repisa de la chimenea había una lindísima imagen de la Virgen. Al ver que su huésped había fijado sus ojos en la imagen, Ana le contó que había pertenecido durante muchísimos años a la familia, y los había acompañado durante las épocas más duras de su patria y también durante los días más felices de la familia. A  Ella se habían encomendado antes de salir al campo de batalla todos los varones de la familia durante generaciones, a Ella entregaban sus trabajos diarios, a Ella se consagraban lo hijos que Dios les regalaba. Ella era la Reina de esa casa.
Luego del relato, un silencio agradable había llenado la habitación. Oyó un silbido que se acercaba por el camino. Se abrió la puerta y entró  un señor pelirrojo y barbudo, de camisa arremangada a pesar del frío y un sombrero en la mano. Son las seis, así que luego de los saludos y presentaciones correspondientes, de pie los tres frente a Nuestra Señora rezan el Angelus.
Cae la tarde y afuera el paisaje se ilumina con la luz del atardecer. Adentro, el fuego crepita en la chimenea, y los vasos de cerveza se van vaciando de a poco, mientras la charla se hace más animosa.
El tiempo pasa volando. Ha oscurecido e Isabel debe volver a sus libros. Se despide agradecida y la acompañan los dos hasta la puerta. La dueña de casa desaparece un segundo y vuelve con provisiones para el viaje de vuelta, y luego el marido le da la bendición:

“Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pies
que el viento sople siempre a tus espaldas
que el sol brille cálido sobre tu cara,
que la lluvia caiga suavemente sobre tus campos
y hasta tanto volvamos a encontrarnos,
que Dios te lleve en la palma de su mano. Amén”

lunes, 29 de julio de 2013

Alegrías ajenas

Caminaba al trabajo, sumida en mis pensamientos. Volando mi imaginación por lugares lejanos, y a la vez atenta a esos detalles a los que nadie presta atención.

Un grito desbordante de alegría me trajo de nuevo a la ciudad:

“¡¡Abueeeeeloooo!!” 

Busqué con la vista y encontré al autor de tanto alboroto. Un chiquito de unos cinco años, pelo arremolinado y rebelde y una sonrisa de dientes de leche que era la inocencia misma. LLevaba su pintorcito y su mochila con risueña seriedad. Claro que ahora que iba al jardín era grande, no como su hermanito que quedaba durmiendo en casa.

Miré entonces a mi alrededor, queriendo encontrar al abuelo. Allí estaba a media cuadra, esperándolo en la esquina, con idéntica felicidad.

Alegrías ajenas que despiertan la propia alegría.

Seguí mi camino al son de canciones infantiles, con el alma inundada de buenos recuerdos.

martes, 23 de julio de 2013

Paseo de libros




Otra vez vuelvo a casa, 
vacíos los bolsillos 

Cantando el alma
y en las manos, libros.


Hoy me perdí de nuevo en una libreria. 
Los que no tienen dentro suyo una particular locura, jamás comprenderán lo que les cuento.
Mesas y mesas llenas de historias, de viajes, de cuentos y paseos.
Las historias que contiene el libro, las historias de sus dueños, dedicatorias de todo tipo, apuntes y rayones.
Historias que esperan se descubiertas y desempolvadas.
La satisfacción de salir de alli con olor a libro viejo, las manos grises y una bolsita de nylon llena de nuevos libros viejos.

domingo, 14 de julio de 2013

Sabor a Domingo


El Domingo es un día con sabor agridulce.

Su tarde pasará volando y dejará llegar en seguida a la noche que nos traerá un lunes lleno de cosas. Primer día de la semana, es anuncio de la vuelta a las responsabilidades, los madrugones y la rutina cotidiana. 

Pero a cada día debe bastarle su afán. Y entonces al Domingo, hay que disfrutarlo con agradecimiento.

El sol de un domingo es distinto al de cualquier otro día. Hasta las grises calles semivacías de Buenos Aires parecen más lindas, los árboles se visten de oro,los pájaros cantan distinto, porque es el día de su Creador.

El Domingo es día de mates compartidos y comida en familia.Día de orden externo e interno y día de descanso. Día de tranquilidad y siesta, en el que vamos a Dios y volvemos a nosotros mismos.


martes, 2 de julio de 2013

Lo que encontré en mi cartera

Las carteras de las mujeres son siempre terreno misterioso y de un cierto nivel de peligro. Nadie, incluso a veces ni siquiera la dueña, sabe exactamente qué puede haber allí dentro. 
Me acuerdo que cuando era chica, me encantaba presenciar el momento en el que mamá daba vuelta su cartera sobre la cama. Sabía que aparecerían cosas graciosas, y tesoros cubiertos de una capa fina o no tan fina de rubor explotado. 
Hoy, heredera de una tradición que quién sabe a qué antepasada nuestra se remonta, vacío yo también mi cartera sobre el sillón, y la razón de su peso en kilos cae en forma de lluvia de colores:

  • resaltadores y un cuaderno de apuntes
  • un libro de Gilson que estoy leyendo para un examen
  • un alicate
  • un mini costurerito, porque una nunca sabe (el 80% de las cosas que hay son "porque una nunca sabe")
  • una libretita de hojas lisas, para anotar ideas, reflexiones, cuentos y listas de supermercado
  • una birome, y otra más
  • un encendedor
  • miles de papeles y papelitos sueltos, tickets, una estampita y un boleto a Bella Vista
  • unos sugus de papel algo gastado
  • clips y gomitas
  • las llaves de casa, las de lo de mi abuela y las del trabajo
  • la billetera (réplica en miniatura de esta colección incongruente)
  • un monederito con el Rosario y el Kempis de María
  • un perfume
  • el bolsito de pinturas
  • un libro, para el colectivo y las filas
  • un montoncito de hojas abrochadas que se titula "Defensa del Desatino" de G K Chesterton
  • sobrecitos de azucar por si me baja la presión
  • un broche de ropa (sí.... ni idea como llegó hasta ahi)
  • el cargador del celular
  • otra libretita de hojas lisas (es que me encantan los cuadernitos y libretas de todos los tamaños y colores...)
  • pañuelitos de papel
  • una hoja seca que había metido en una de las libretitas, y se escapó


Todo eso, acumulado en una discreta cartera de tamaño estandar. 
Esta vez, por las dudas que algo se haya escapado de mi vista, el post no va con foto.


viernes, 28 de junio de 2013

Lo que Dios ha unido...


 El 21 de junio emprendieron un nuevo camino. El camino ancho y puro de los que confían en Dios. Como las salinas. Frente a ellos la inmensidad de lo que esta por venir, la blanca pureza de la Gracia que han recibido de lo Alto esa noche y que deberán conservar toda su vida.

Quiera Él que no pierdan nunca la tranquilidad en el andar, la confianza  y el respeto a lo sagrado del que se descalza, la mirada atenta al camino, pero sin dejar nunca de mirar el Horizonte.

Es Dios quien los une. No son ellos solos, son ellos con Dios. Son ahora uno, sin dejar de ser ellos. Me vienen a la memoria las palabras del Orfebre: "El peso de estas alianzas de oro no es el peso del metal, sino el peso específico del hombre; de cada uno de vosotros por separado y de los dos juntos". 

Y se irán nomás hacia la tierra de las zambas más lindas y de los cerros coronados de nubes. A esa Salta que se va llevando de a poquito pedazos nuestros.








sábado, 22 de junio de 2013

Valentía

Pienso hace varios días en la Valentía. Magna virtud. 
Valentía del príncipe de los cuentos de antes de dormir, que atravesaba oscuros bosques y sorteaba incontables peligros para rescatar a la princesa.
Valentía al atreverse a subir al tobogán mas alto sabiendo que valdría la pena deslizarse desde ahí arriba y al hamacarse bien fuerte para tocar el cielo. Valentía de pequeños con grandes propósitos.
Valentía de San José, que fue capaz de despertar a María y al Niño y partir en oscura madrugada hacia un país desconocido, a empezar de cero, por mandato del Ángel. 
Valentía del héroe, del niño, del santo.

martes, 11 de junio de 2013

Algo pinchudo

Ganas irrefrenables de correr. 
Correr y correr hasta llegar al horizonte. 
Huir de los edificios, las bocinas, las caras largas y los apuros innecesarios. 
Refrenando aquellas ganas, me sumergí en el subte. 
Pasillos intransitables bajo tierra. 
La gente camina sin mirar, empuja, escupe y codea. 
Mezcla de olores hediondos y calor humano. 
Gritos, comentarios poco felices y humor mediocre. 
A nadie le gusta viajar como ganado. Quien nos manda a juntranos y amontonarnos en una ciudad, teniendo un pais tan inmenso! Refunfuñando me bajo en la estacion correspondiente. 
Busco algo bueno o lindo para decir de todo esto y nada.
A veces hay cosas pinchudas en mis bolsillos...

miércoles, 5 de junio de 2013

Como en casa

La erre arrastrada, y ese cantito tan particular al hablar. 
La calidez de la gente y su hospitalidad generosa, de puertas abiertas de par en par. 
Los imponentes cerros cargados de frondosa vegetación y las inmensidad de las montañas. 
Mi nombre dicho en diminutivo, que suena a infancia, a tíos y familia querida.
La belleza de los paisajes pintados de intensos colores y las luces del sol al atardecer. 
La tranquilidad de los habitantes de estas tierras, que contrasta con la locura porteña en la que vivo. 
El feliz rito de la siesta, costumbre ancestral que todos respetan. 
El dulce de cayote, la miel de caña, la humita en chala y las empanadas. Los tejidos de colores y las vasijas de barro.
La música, expresión de sentires que son de todos, que llena mi alma y la hace bailar al son de una cueca y añorar en las notas de una zamba o una baguala.
La historia que guarda en su interior, de gauchos valientes de Güemes, de hazañas de Belgrano y de los gloriosos días de nuestra independencia.
La vida de fe que palpita en los corazones de los que viven en este suelo, recibida de los misioneros que vinieron de España y conservada desde entonces. La Virgen de la Merced, San Francisco Solano y el Cristo del Milagro, las capillitas blancas que encuentro en cada pueblito y las imponentes catedrales con sus sonoras campanas.
Las yungas y las quebradas, la puna y los valles, todo es un canto a su Creador. 
Por todas estas cosas, Rosarito se siente como en casa cuando está en el Norte.

lunes, 3 de junio de 2013

Siempre hay una primera vez

Llegué a Aeroparque con tiempo de sobra. Desde temprano habíamos estado preparándonos Olivia y yo para nuestro primer viaje en avión.

Atravesamos las puertas de vidrio, y vi reflejada en ellas mi cara. Expresión de susto y expectativa. Me sentí chiquita de nuevo. La misma sensación de cada vez que estaba por conocer algo nuevo, la misma del primer día de clases de primer grado, la misma que me invadía cuando íbamos a conocer un hermanito nuevo, y que vuelve cada vez que abro un libro que nunca he leído, que me siento frente a una hoja en blanco o me dispongo a recorrer lugares desconocidos. Alegre esperanza que antecede al asombro.

La gente iba y venía de aquí para allá con sus valijas, hablando por celular y caminaba rápido. Valijas mucho mas grandes y experimentadas que Olivia circulaban por el inmenso aeropuerto, deslizándose tranquilas sobre sus rueditas. Algunos pasajeros de viajes veloces, sin equipaje, otros cargados en demasía, relajados unos, apurados, alegres o apesadumbrados otros. Gente de todo estilo y color. Pero nadie se daba cuenta de que había una chica parada en medio del pasillo con su valija azul, sin saber que hacer. 

Un segundo o dos de desconcierto y decidí preguntar. Era más fácil de lo que parecía. Despachada Olivia, recorrí un poco mirando vidrieras y ya hubo que embarcar. Una fila larga y otra más, y subimos al avión.

Por supuesto que pedí ventana. Las luces iluminaban la pista. Tardamos en despegar mucho más de lo que me imaginaba. El avión recorrió la pista a la misma velocidad que un tren que veía pasar cerca nuestro. Giró por última vez y se posicionó frente a la recta final. Tomó carrera, aumentó la velocidad, se paró en puntitas de pies y de pronto, ¡estábamos volando! ¡Y era mucho mejor que hamacarse! Asombro, liviandad, felicidad y todo junto dentro mío. 

En la línea del horizonte el cielo se incendiaba al calor del sol, y las nubes se pintaban del color de las brasas al rojo vivo. Más cerca nuestro se tornaban amarillentas y anaranjadas. No quisiera caer en el lugar común de que las nubes parecían campos de algodón, pero es que eso eran. Parecía como si una pudiera bajarse del avión y correr a través de ellas. 
¿Y Olivia? Ella viajaba con las demás valijas. Me apenó un poco que no pudiera mirar por la ventana. Seguro que imaginó los paisajes, esperando ansiosa el relato de su dueña cuando bajáramos. 

domingo, 2 de junio de 2013

Noche norteña

Desde allí arriba podía contemplar la inmensidad de la ciudad.
Sus luces por la noche, pequeños puntos titilantes de a millones, como si las estrellas hubieran descendido a ella para adornarla. 
La Linda, ladrona de mis querencias. 
Allí abajo la cúpula gótica de una iglesia y por alli la plaza y la Catedral, se distinguen entre el caserío.
Más lejos, las afueras, y caminos que llevan a casa de gente amiga.
En el fondo, los cerros que se confunden con la oscuridad de la noche.
Por encima mío, un mar oscuro, iluminado por diamantes esparcidos por doquier. Y un poco mas distante pero tan grande como si estuviera al alcance de la mano, la Reina de la Noche, la perla preciosa y reluciente a la que hemos cantado y escrito tantos. 

miércoles, 22 de mayo de 2013

Siesta

Siesta. Bendita costumbre provinciana. Siesta de sueño profundo, o siesta de soñar despierto. Tiempo de las mejores travesuras en la niñez, tiempo ahora de descanso del cuerpo y el espíritu. Pausa en la ciudad entera, merecido recreo. Tiempo de silencio y de paz, de dejar tranquila el alma. Hora en que el sol se asoma por entre las cortinas y hace cosquillas. Siesta, ¡ojalá existieras en Buenos Aires!

viernes, 17 de mayo de 2013

Detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer


La noche anterior, a todos nos costó dormir.
Era la una de la mañana y en todas las casas Devoto había alguno despierto. Un mate, un tecito, un chocolate traído a las corridas del quiosco de la esquina. Cualquier cosa era excusa para seguir sentadas en el living de casa, hablando de pavadas y preguntándonos por dentro como iría a salir todo. 
No era para menos. Habían programado la operación del abuelito para el día siguiente. Temor y esperanza, miedo y confianza. Tantos sentimientos encontrados que alberga un corazón en vela.
"Sálvanos Señor despiertos, protégenos mientras dormimos..." Bien o mal, pasamos la noche. Y amanecimos al lunes, prestos a cumplir con nuestras obligaciones pero atentos a lo que sucediera con Tato, padre de varios, abuelo de tantos y bisabuelo de cinco niñas lindas.
A las cuatro y media de la tarde entró en el quirófano. Los que nos habíamos congregado en el sanatorio fuimos a las iglesias cercanas a echarnos en los brazos de nuestra Madre, la Virgen de Fátima. Era su fiesta ese día, y sabíamos que como en Caná, estaría presta a interceder ante el Señor, y prepararnos a nosotros para hacer lo que Él nos dijera.
Todavía no terminábamos de pedirle que lo protegiera y lo cubriera con Su manto cuando nos enteramos que todo había salido bien. 
Alborozo, alivio, agradecimiento brotaron de los corazones en paz.
Una vez más, Ella.
Dicen que detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer. Y en este caso, creo atinado afirmar que hay dos. La primera por supuesto es nuestra Santísima Madre. La segunda y salvando las distancias, Cristy su mujer, que dicho sea de paso, fue imitando las virtudes de la Primera a lo largo de su vida, y hoy se quedó (entre otras tantas) con la que quizás es la más valiosa, la sencillez.
Entré al cuarto, casi escabulléndome entre médicos y enfermeras, porque todavía no era horario de visitas. Abrí la puerta despacio y allí estaba el abuelito, recién salido de la operación.
Cansado, sí, con el pelo revuelto como jamás había visto su cabeza usualmente engominada, pero con la mirada viva y alegre de siempre.
Conversamos brevemente y en cuanto pudo acomodarse, pidió el teléfono. Para hablar con Cristy, por supuesto. Por un momento lo vi joven a pesar de sus noventa y tres años. Fue una charla breve que no me corresponde reproducir aquí, simple y profunda como el cariño que los une hace sesentitantos años.  
Sesentitantos años, pensaba mientras bajaba a reunirme con primas y tías que mateaban en la puerta del sanatorio. Todas tenían el teléfono en la mano, y hablaban entre ellas mientras comunicaban al resto de la familia las buenas nuevas. Evangélico, pensé. Por algo Dios dispuso en sus planes que fueran mujeres las primeras en llegar al sepulcro.



viernes, 10 de mayo de 2013

Quien a Dios tiene...



Su corazón ha bajado la marcha. El latido es más pausado. Sus manos manchadas y huesudas reposan sobre las sábanas. Está cansado y habla poco. 
Nadie sin conocerlo se percataría de estar frente a un gigante. Ante los ojos de la gente que pasa es un viejito. A simple vista no se ve al padre de once hijos y esposo ejemplar, abuelo de 42 nietos. Nadie imagina que ese cuerpo cansado ha recorrido Rusia, Camerún, Francia, Ginebra y tantos rincones del mundo en pos de una misión a la que dedicó su vida, la salud, la educación y la defensa de la vida y la familia. Tal vez nunca se enteren de que escribe unos cuentos lindísimos y cuenta historias a la manera de los antiguos narradores, que mantenían a los suyos alrededor, en escucha expectante.

Sus manos buscan entre las sábanas y se aferran al Rosario. 
Pequeño gesto que me hace comprender tantas cosas.
El intelectual, el escritor, el papá y esposo, el gran médico y formador no sería tal si no estuviera Ella detrás.

Allí está, despojado de todo. Pero tiene Todo consigo. Ha recibido por la mañana la Sagrada Comunión con su mujer, antes de partir al sanatorio. Tiene su devocionario del Sagrado Corazón y su Rosario. El motor que impulsa a ese gigante no es sólo el órgano humano, que ha envejecido con él. Lo sostienen y lo guían la fe y un Amor inmenso a Dios y a nuestra Madre.

jueves, 9 de mayo de 2013

Viajar en hamaca



Ya no quedan hamacas de madera en las plazas de Buenos Aires.
Me han quitado la capacidad de volar.
Pusieron en su reemplazo unas de goma menos peligrosas, es cierto, pero chiquititas. Como si mis 25 años no fueran felices al columpiarse en ellas. Como si a partir de una determinada altura, tuviéramos el deber de dejar de gozar de los pequeños placeres de la vida. 
Y resulta que la niña que vive dentro de mi alta persona muere de ganas de volver a subir en una de esas y estirar sus pies, jugando a tocar las nubes e imaginando que viaja en hamaca a quien sabe que lugares... 
Si ven alguna de esas de madera, aptas para gente que creció pero tiene alma de niño ¡por favor avisenme!

martes, 7 de mayo de 2013

Malena


No canta el tango como ninguna, pero en su juventud fue tres veces Reina de la Primavera.
Abuela de cuentos antes de dormir, de caramelos sugus confitados y ñoquis caseros de domingo. De tardes con Frank Sinatra y Charles Aznavour. De abrazos estrujados, secretos escondidos y sonrisas cómplices.  Abuela, compañera y amiga.
Ella sabe todo acerca de mis cuitas y mis querencias. Así fue desde que era chica, y así seguirá siendo toda la vida. 
Cafecito de por medio, las interminables charlas en la cocina traen siempre como ingredientes su consejo oportuno y la carcajada fácil. Las canas que peina y oculta coqueta con fina tintura, le han enseñado a distinguir qué cosas valen la pena y cuales son innecesarias.
Los años y su agudeza la han hecho sabia. Años que no se avergüenza de decir, pero que no aparenta.  Dulce pero firme, educada y elegante como una reina, pero sin perder jamás esa chispa de su juventud que la hace tan divertida y graciosa.
Ella me enseñó tantísimas cosas de esta vida. A ponerme crema por las noches y a confiar en Dios con amoroso abandono, a condimentar en la cocina y a mantener la palabra dada, a arreglarme por las mañanas y a no salir jamás de casa a enfrentar el día sin haber hecho una oración, a dormir con la luz apagada y a mirar de frente a los miedos para poder ver qué hay detrás de ellos. 
Me enseñó  la importancia de caminar con la frente en alto, y de la verdad simple y llana, sin vueltas. 
Me enseñó que el que comparte en esta tierra multiplica en el Cielo.





jueves, 2 de mayo de 2013

Bolsillos


Parece que esta hora es la mejor para escribir.
El silencio reina en la casa. Silencio que inunda el alma, sereno y azul. Silencio expectante ante el misterio.
Silencio de ese que pocas veces se encuentra en Buenos Aires.
Sólo se escuchan el ronroneo de la heladera y el tic-tac del reloj, que nunca se detienen, y a lo lejos una radio de otro que, como yo, no puede dormir.
Por la ventana veo varios edificios y sólo dos luces encendidas. Por supuesto que imagino quienes viven ahi, y que motivos los mantienen en vela. Pero eso, se los contaré en otro momento. Aquí adentro, todos duermen. 
Y entonces, con mate o un tecito, me siento tranquila a revisar cosas que escribí durante el día mientras caminaba, en el colectivo o en un recreo de estudio. 
Reviso la libretita, los papeles sueltos y las notas. Y reviso también adentro. Hay cosas que están escritas dentro mío hace tiempo, y esperan ser volcadas en papel. Encuentro descripciones de lugares y de gente, impresiones de un viaje, sonidos de risas y de cantos, conversaciones y plegarias, cartas que tal vez no lleguen nunca a sus destinatarios, o quizás si... historias y más historias.
Vacío mis bolsillos y de a poquito, con paciencia, con la mirada perdida a veces viajando Dios sabe por dónde o fija en el papel, ordeno la madeja y le doy forma de letras. 



Otoño en Buenos Aires


Adivino el amanecer por las nubes color ámbar que veo sobre el asfalto. Lo imagino pintado de naranjas, carmín y dorado. Imagino al sol, al ver sus rayos iluminando de a poco esta ciudad que despertó hace taro. Imagino y sólo imagino. Es imposible disfrutar de uno de esos en esta ciudad. El horizonte esta cubierto en todos sus flancos por edificios y mas edificios. 
Buenos días mundo, buenos días. Nadie escucha. Todos corren.

Unos tragos de café apurados, mientras nos empapamos de las noticias del mundo. Salen a seguir corriendo y corriendo, todo el día. 
Y yo con estas ganas de correr hasta algun rincón donde pueda ver en paz al sol que sale, me contento gozando al contemplar las hojas de los árboles que me traen sus colores. Gracias Señor por el otoño.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Para muestra basta un botón

Todos coleccionan, a propósito o sin querer, alguna cosa. Yo entre otras cosas colecciono botones. Botones con historias.
Empecé a juntarlos para hacer algo con ellos, y fui guardándolos primero en una bolsita, luego en un frasco, y ahora en una lata de esas con dibujos lindos, de galletitas de manteca. 
Los hay de todos los colores y tamaños. Botones grandes, pequeños, brillantes u opacos. 
Hay unos que cayeron de un delantal escolar en pleno poliladron (es sabido que por más que después venga un reto en casa, es mejor perder un par de botones, que ser atrapado por el policía). 
Hay otros blanquitos y chiquitos, todos iguales, que vienen de las camisas de papá, alguno que compré en un anticuario por sus dibujos, varios que eran de mi abuela, y otros muchos que eran de una abuela a la que quiero como si fuera mía.
Hay mínimos botones de cuellos de camisa, que escucharon secretos dichos al oído  de los cuales serán eternos guardianes.
Hay botones elegantes, que cuentan historias de fiestas y bailes, y no conocen más que al satén, a la gasa y a las sedas.
Botones de uniforme, que acompañaron a grandes Hombres de la Patria, de a pie y de a caballo, desconocidos para el mundo, y sin embargo tan generosos valientes y honrados...Quizás alguno de esos botones fue a la guerra.
Hay botones de abrigos grandotes y botones de pantalones. Botones de ropa de bebitos y de ropa de jugar. Los hay gastados por el uso y sin estrenar.
Cada uno de ellos trae historias que se desparraman sobre la mesa cada vez que abro la lata. 
Parece que es cierto lo que dicen nomás: para muestra basta un botón.




domingo, 28 de abril de 2013

Nocturno


Es un gesto que tengo incorporado. Salgo a la calle de noche y casi instintivamente digo una jaculatoria, y miro al cielo buscando la Luna.

Esta vez no la encontraba, así que emprendí la vuelta a casa con paso tranquilo, cantando bajito canciones de verano.

Hasta que doblé en una esquina y me topé cara a cara con su gigantez brillante. Sonrisa de oreja a oreja. La alegría de sentirse acompañada por una vieja amiga, que me invade cada vez que nos encontramos. La felicidad de recibir un regalo inesperado y sin motivo. Porque las bellezas de la naturaleza son simplemente eso, dones gratuitos. 
Lo que me quedaba de camino lo recorrí jugando a las escondidas con ella entre los edificios.
Después de todo tal vez sea cierto lo que alguien dijo alguna vez, y yo no sea lunera sino lunática...

martes, 23 de abril de 2013

Mundos de música.

Sentado frente al piano, el mundo se desdibuja. O mejor, se dibuja el mundo real.
Sus dedos bailan sobre el noble instrumento. Se pasean por las teclas,vertiendo en ellas la música que él lleva dentro. Con paso tranquilo algunas veces, alegre y saltarín otras, sus manos cuentan un mensaje al mundo. Todo su ser acompaña el movimiento calculado pero desbordante de libertad. Compases y espacios, armonía de sonidos y silencios. 
El gozo indescriptible del músico sólo podría traducirse con más música. 
Nadie le pasó una receta infalible ni le hechizó sus dedos. Él ama la música y por ella ha pasado horas practicando frente al piano, en la mesa, y hasta mentalmente alguna vez. 
Vuelve a tocar piezas de grandes compositores, interpretadas por músicos que lo precedieron, en todas las épocas y en los países más diversos. Trae consigo el espíritu de los Grandes que vinieron antes que él.
Y entonces, el también se engrandece. Dibuja con los dedos una belleza que remite a la Belleza,  se eleva su alma llena de notas dibujadas, y viaja hacia mundos desconocidos, quizás los mismos que yo recorro con mi pluma.

viernes, 5 de abril de 2013

Viajar a Fantasía


Sucedió de pronto, sin previo aviso.
La encontré hace algunas mañanas, peinándome antes de salir a trabajar. Finita, semi-opaca y erizada.
La descubrí sin querer, la miré muy asombrada y la arranqué con bronca. La analicé brevemente sobre la palma de mi mano y no hubo duda...  era una cana.
La Primera Cana.
Sola entre millones de pelos castaños, pero sin ninguna timidez, mirándome erguida y casi desafiante. Mi primer encuentro de la jornada había sido con ella, preanuncio de una vejez que llegará algún día.
Nostálgica o reflexiva que soy, como quieran decirlo, recordé mi infancia.
 Recordé el Colegio, los cumpleaños, los juegos en el patio, las corridas, las risas y los cuentos. 
Los cuentos de mi abuela, que comenzaban en un libro y terminaban en algún rincón de su vasta imaginación, los cuentos de mamá, que disfrutaba inventando historias fantásticas sobre cosas cotidianas, y los cuentos de papá, que se hacían rogar y llegaban cada tanto antes de ir a dormir, cargados de batallas y de héroes.  También todos esos cuentos que leí solita, devorando cada página que me traía historias frescas y nuevas desde mundos desconocidos. Y por supuesto, los que yo misma inventaba mientras jugaba, sola o con mis hermanos, mientras viajábamos en tren a bella vista, o mientras hacía cualquier cosa que  no requiriera demasiada atención. Me acordé de Wendy, y de los cuentos de hadas. Y me prometí frente al espejo, no dejar de gozar nunca de todos aquellos relatos y tener siempre a Olivia lista para viajar a Fantasía.

miércoles, 3 de abril de 2013

Silencios



Hay silencios y silencios. 
Los hay agradables, incómodos y forzados.
Silencios suaves como el algodón y silencios pinchudos como alfileres.
Silencio de mar en calma y silencio que anticipa una tormenta.
Silencio de oración y de misterio.
Silencio de encuentro, elocuente sin sonidos.
Hay silencios que quisiéramos que no existieran. Silencios hechos para ser llenados, pero que no se inundan de palabas porque el corazón en la boca lo impide. Y porque son tantas las cosas que hay para decir que si pudiéramos, tampoco sabríamos por dónde empezar.
Hay  un silencio que grita que no hay nada que decir, y un silencio expectante, atento a lo que está por venir.

lunes, 25 de marzo de 2013

Mejor en bici



Gracias a la prudencia de alguno, nunca terminé de aprender a manejar. 

¡Menos mal! Evidentemente todavía me falta bastante de paciencia y de autodominio para eso. Así que mientras tanto me contento con volver en bici del trabajo. Los que me conocen sabrán que no es por una cuestión ecológica, ni por hacerle campaña política a nadie. Simplemente lo disfruto, tanto como hamacarme en una plaza semivacía. Es uno de los mejores momentos del día. 

Ahí soy tal cual soy. Una desquiciada graciosa, con un poco de cabeza y mucho de corazón, que canta a viva voz como si nadie la escuchara, que se indigna cuando alguien se le cruza sin avisar o no respeta lo establecido, pero disfruta de recorrer las callecitas escondidas de la gran Buenos Aires a toda velocidad. Que imprudentemente mira para arriba en aquellas calles arboladas de plátanos y fresnos que ya visten mitad otoño y mitad verano, y llena sus ojos de hojas coloridas y que pasa del enojo a la carcajada en un instante. Que comenta para sí y para nadie todo, absolutamente todo lo que ve. Aunque de a ratos, gana el asombro y se queda callada, por un ratito, sólo por un ratito.

Imagino lo que sería al volante y me río sola, mientras sigo pedaleando. Mejor en Bici, ¿no?