viernes, 31 de octubre de 2014


Hubo una vez un amor puro. De miradas limpias y claras. 
Amor de grandes ideales, altos hasta el Cielo. 
De sueños depositados en el corazón ajeno, y esa confianza ciega que nos hace arrojarnos al infinito.

Amor alto y encumbrado, como las montañas del sur. 
De hoyuelos y carcajadas que llegaban hasta las nubes, y recogían sus seres queridos y los ángeles.

Hubo primavera, verano, otoño, invierno y nuevamente primavera. 

Hubo canciones y lágrimas, nacimientos y muertes, viajes y destierros. 

Hubo dos vidas, que fueron una. 
Y hoy hay ramas y frutos de ese árbol que conservan como preciada herencia el recuerdo de la robustez de su tronco, y se alimentan todavía de su savia.