lunes, 5 de noviembre de 2012

Eclipse


Eclipse
















Nívea, silente,
Triste, la luna,
En un incendio
Resplandeciente
Muy en silencio
Se desdibuja

Roja se vuelve   
En su hermosura,
Y en el misterio
Quiere perderse,
Sin mas remedio
Que la locura.

Indiferente,
Muda, ella alumbra
Todos los sueños,
Y en eso siente
Que es por su Dueño
Que ella perdura

La alegría vence
En la penumbra
Al sortilegio
Desta su muerte
Deste su incendio
En noche oscura.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Duraznero



Duraznero

Duraznero en flor
Hojitas brillantes,
Flores de diamante
De blanco color.

Traés primavera
En copos de nieve
Antes de que el verde
Llene las veredas

El sol acaricia
Sus flores de seda
Que ríen traviesas
Bailando en la brisa.

martes, 18 de septiembre de 2012

Los colores del mundo



«El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
 la noche a la noche se lo susurra»
(Salmo 18, 2-3)

Noúmeno, postulado, Kant….Palabras sueltas que voy  escuchando cada vez más lejos. Hacía rato que había dejado de comprender las frases dichas a modo de ping-pong entre el profesor y mis compañeros. 
No podría asegurar el momento exacto en el que se abrió la ventana de la clase, y salí a través de ella, enredada en un barrilete colorado y azul.
Allí afuera corría una brisa fría.  Caían gotitas casi heladas de lluvia. Apenas podía verse la silueta de la cúpula de la basílica, a través de la niebla espesa que lo invadía todo. Tuve que sacudir un poco los brazos para elevarme más rápido, y no enganchar el hilo del barrilete con la negra e imponente cruz dominica de hierro firuleteado que se alzaba altiva entre jirones algodonados de bruma.
Los pájaros pasaban a mi lado, buscando refugio seguro, antes de que estallara la tormenta.  Abajo, la gente corría de un lado a otro, sin mirarse demasiado. Me parecían todos autómatas grises, yendo hacia ningún lado.
Avance unas cuadras, y  volví a bajar un poco. Comencé a ver que también había otro tipo de personas que habitaban mi ciudad; no eran todas grises. Allí, un chico de buzo celeste  tocaba la guitarra en una esquina, regalando sus canciones a todo aquel que quisiera escucharlo. Un poco mas allá, una veinteañera de piloto verde,  libretita en mano, esbozaba la silueta de un jacarandá que esperaba todavía que llegaran sus flores. Y el niño aquel, el de remera amarilla, había entregado su globo que traía de un cumpleaños, como quien comparte un tesoro, a una viejita arrugada que caminaba sin rumbo.
Seguí mi viaje, desconociendo donde terminaría, porque no era yo la que guiaba, sino mi barrilete.  Sobrevolamos avenidas, plazas, la torre famosa, el monumento a los caídos en Malvinas y el de San Martín, hasta llegar al tren. Como estaba en las alturas, tomé asiento en el techo de un vagón y mi barrilete se quedó quietito a mi lado. Algunos niños me saludaban, me sonreían, o aplaudían divertidos al verme allí instalada, pero los adultos no percibían mi presencia.
Fuimos pasando las estaciones. Palermo, chacharita, Paternal…Devoto y su pintoresca placita a un costado,  Caseros, Palomar, con sus aviones de un lado, y el imponente Colegio del otro; Hurlingam y su arboleda… Al llegar a Bella Vista, la cola de mi barrilete comenzó a agitarse, y enredándome de nuevo,  remontamos vuelo. Salimos con cuidado, esquivando árboles y plomizas nubes, mojándonos apenas con la fina garúa.
 En una esquina del cielo asomó tímido el sol y me regaló un arcoiris. Quise tirarme por él como si fuera un tobogán. ¡Que linda sensación de carcajadas, y música por dentro! Fue una caída veloz. Me levanté del suelo, y  reconocí el lugar enseguida. Estábamos en la entrada de la casa de mis abuelos.  Sin tocar el timbre, me asomé por la ventana y contemplé la escena.  Allí estaban los dos, sentados en el sillón. Él le leía un libro que comentaban los dos.
Así transcurren muchos ratos  de estos últimos años. Ella hace tiempo que no puede ver con los ojos del cuerpo las bellezas de este mundo, y guarda en su memoria ya gastada, sólo algunas. Y por eso él, todas las tardes le pinta con su voz relatos y recuerdos, llenos de colores alegres y brillantes.
Comprendí que los colores en el mundo tenían una causa  más profunda: el Amor. Sí, pero el Amor así, con mayúscula. Porque Aquél que nos creó, podría no haber hecho, quizás a las cosas impregnadas de Su Belleza. Aquél que hizo los naranjos, podría haberlos hecho sin azahares;  Aquél que puso lo árboles que dan sombra y frutos, podría no haberles dado  formas tan bellas y quizás podría no haber creado los colores del otoño. Pero quiso en cambio que descubriéramos su Amor, al llegar a casa y sentir el perfume invasor de los azahares; al mirar hacia arriba y descubrir la perfección de un paraíso, un plátano o un liquidámbar; al llegar a la cima de una montaña y ver que todo es nada… al asomar por una ventana y descubrir, en el amor de un matrimonio viejito, pero fuerte como un roble añoso,  al Amor del Creador por sus creaturas.

martes, 7 de agosto de 2012

Olivia



Olivia.

 Quedaste guardada en un estante muy alto muy alto. Lejos, como para que no pueda verte y recordar nuestros viajes.

¡Tantas aventuras vividas! Cuántas veces que tus cierres protestaban por la carga amontonada, o se te trababan las rueditas como queriendo quedarte y no volver…  Me acuerdo de tu cara resignada, cuando yo subía al colectivo, a dormir calentita y taparme con una manta, y a vos te tiraban en la bodega, muerta de frío, pero acompañada de tantas otras valijas, bolsos y paquetes.  Y como se transformaba en cara de felicidad cuando llegábamos a destino, sabiendo que te esperaba el merecido descanso.

Cuantas sensaciones encontradas. Los nervios de armarte y no olvidarme de nada. Las ansias de salir y que llegáramos a tiempo, el agarrarte fuerte fuerte en retiro, juntando valor, alguna vez y las lágrimas de la vuelta, en la que volvías super cargada, con los cierres a punto de explotar, pero feliz, porque te había llenado de lindos recuerdos. Y la corrida final de siempre, para llegar a casa antes de volver a sumergirme en la vida cotidiana, con los ojos cansados pero inundados de bellos paisajes, y el corazón contento, en las nubes.

Fuiste el mejor asiento, la mejor almohada en esas esperas amaneciendo en la terminal. La mejor compañera de viajes. Sabés cosas que no conoce nadie y  custodias en tu interior cantidades de confidencias... Con vos aprendí que estamos siempre de paso en esta vida, preparándonos para la eterna.

Ahora debo guardarte por un tiempo. No sé cuanto. Pero te prometo que volveremos a recorrer juntas las rutas argentinas. Sí, es una promesa Olivia. Y vos sabes, mejor que muchos, que mi palabra es de fiar.
Mientras tanto, guarda mi alma viajera en tus bolsillos.

martes, 29 de mayo de 2012

Desde la estación

Desde la estación

El tren frenó lentamente. “Prrrrrrriiiiiiii!!! ¡A “Josesepá” parando en todaaaas!” escuché mientras bajaba.
El sol ocultándose del lado de Pilar, detrás de los árboles, pintaba el celeste lienzo de naranjas y dorados. Miré a mi alrededor. Caseros.. Palomar.. Hurlingam. Cada vez faltaba menos. Morris… ¡Bella Vista!
Todo seguía igual: la plaza con sus hamacas, la fuente sin agua, la calesita, los árboles de siempre, vigilantes, protectores y confidentes.
Respiré profundo y ese aroma a tierra y eucalipto despertó algo dentro mío. Contenta, llena de una alegría cuya causa no descubría, emprendí el camino a la casa de mis abuelos, por Senador Morón.

Todo seguía tan igual… ¡y tan distinto! Habíamos crecido. Bella Vista y yo. Ya no estaba más la casa de muebles en la esquina de Francia, en cambio había una heladería y frente a la estación, del lado de Richeri habían hecho un Shopping, o algo así…
Y pensar que hace un tiempo yo recorría esas calles cada fin de semana, la risa y los cantos de los amigos llenaban indefectiblemente cada sábado. ¡Tantas veces recorrí la calle Francia, protegida por su arboleda, esperando encontrarme con alguien!..Cuántas charlas serias los domingos, cuantos litros de mate que inundaron esas tardes entre amigos, de búsqueda de la Verdad, de verdadera formación, que terminaban en Cristo que es Camino, Verdad y Vida, cuando a las siete partíamos todos a Misa de San Pío. Cuantas caminatas, asados, conversaciones y silencios que forjaron amistades. Habíamos crecido, Bella Vista y yo.
Quién  iba a imaginar que la vida tomaría este rumbo.. Y es que los caminos de Dios son mas grandes y maravillosos que todo lo que una pueda planear…

La luna se asomó detrás de un cedro, acompañada del lucero de la tarde. Al contemplarla brotó en mí, desde lo más profundo, una plegaria de agradecimiento: Gracias Señor por mi vida, y gracias Señor por los que me diste.

Comprendí así el porqué de tanto cariño que tengo a estos paisajes y lugares. Es en ellos donde crecí, donde descubrí tantas cosas. Aquí conocí a los amigos con los que viví tanto y con los que aprendí lo que es la búsqueda y el goce de la Verdad, el valor de la familia, del Domingo, de las tradiciones. Fueron éstos árboles, ese ciprés, aquellos plátanos, este suelo amarillo del otoño, las nubes que pasean sobre esta cuidad-pueblo, los que me hablaron tantas veces de nuestro Creador, enseñándome a encontrarlo en la Creación. Este es el lugar que Dios supo elegir para ir forjando la mujer que soy.