jueves, 30 de enero de 2014

En casa

Hablamos, como si hubiéramos seguido viéndonos todos los días. 
De cosas del funcionamiento de la casa, de mis preocupaciones y las suyas, de recuerdos y proyectos, grandes y pequeños. De libros, de vecinos, de vestidos y tradiciones.
Para todo tiene la palabra justa y el consejo oportuno, y todavía conserva ese don de saber de lo que me pasa por adentro, un poquito mas de lo que cuento. Y eso es bastante que decir. 
Su sabiduría -de esa que llega después de haber vivido un poco. y el optimismo de mi juventud, siguen siendo una buena combinación.  
Pasamos la tarde entera, yendo de la risa a las lágrimas compartidas, del canto a la seriedad. 
Volví  a casa feliz, porque había vuelto a casa. A casa que es mi madre, porque ella es la que hace que un lugar sea "casa". Y supe que cuando un día no pueda verla frente a frente, cuando se haya ido, voy a poder encontrarme con ella en sus flores, en mi risa, en la música, en mis gestos que son los suyos.



martes, 21 de enero de 2014

Descubrir

No confundas su timidez con arrogancia. Ni el no saber qué decir con orgullo, o el hablar de más con altanería. A veces calla de tan llena que tiene de palabras la garganta y a veces habla sin saber en realidad que decir y se enreda.
Pero detrás de todo eso hay una mujer con alma de niña, que no sabe de estrategias calculadas ni de decir una cosa para que se piense otra, a veces un poco tímida y que quizás se complica un poco queriendo ser simple. 
No hagas caso a aquello, e intenta descubrir lo que hay detrás. Que es verdad que disfruta de cada atardecer y nada la hace tan feliz como un viaje en hamaca. Que los jazmines son su flor preferida y el viento en la lluvia le da ganas de bailar. Que los días de otoño la ponen pensativa y un cuaderno nuevo le da sensación de vértigo y alegría. Que el olor a libro viejo la transporta y el mar le tranquiliza el alma. Que le fascinan las luces de una ciudad por la noche, y la luna es su gran confidente. Que su sana locura es real y no aparentada, su risa y su alegría son verdaderas.
Al fin y al cabo, todas nos parecemos un poco a la Rosa del Principito.


jueves, 16 de enero de 2014

Viajero

El paso lento y los ojos llenos de paisajes. Unas zapatillas viejas, un gorro de ala ancha y una mochila llena de banderitas de lugares distintos, desteñida por el sol. Había soñado con un alma libre, pero estaba cansado de caminar. Después de todo, tanta libertad lo habia alejado de sí mismo.
 Se sentó al borde del camino, bajo un molle a contemplar el paisaje. El árbol le daba sombra, y podia sentir una brisa fresca. Hundió sus ojos, como tantas otras veces, en el paisaje. Pero esos cerros eran suyos, esa tierra lo habia visto crecer de niño, y de pronto creyó que toda el agua del río llegaba a sus pupilas. Lloraba sin esfuerzo, y sin darse cuenta casi. Aquel cerro que se veia tan oscuro a lo lejos, tenia el color de la sotana que no se habia atrevido a llevar cuando salió al mundo. Tantos viajes, tanto mundo recorrido, y todo eso no se habia ido, seguía allí en lo más hondo de su alma.
Con la vista nublada todavia, apuro el pucho, y se encaminó decidido hacia la iglesia. Era la hora de la siesta todavia, pero por las dudas golpeo en la casita del cura. Tardó en abrirse la puerta, tanto que el trotamundos casi decide irse. Unos pasos arrastrados, ruido de llaves y alli estaba, el Padre Atanasio. La vieja sotana desteñida y remendada, la cabeza blanqueada por el tiempo y el rostro surcado de arrugas, pero su mirada paternal era la misma. ¡Hijo! Le dijo, reconociéndolo al instante, mientras le daba un abrazo. ¡Padre! Los cerros me han traido de vuelta... quise no mirar... Pero ya no puedo hacerme el zonzo.. entraron los dos a la iglesia, y alli, en un confesionario de madera de cardon, un alma arrepentida y feliz volvió a Casa aquella tarde.

lunes, 6 de enero de 2014

Noche de Reyes



Un vientito fresco entraba por la ventana. Ya era tarde y todavía no me iba a dormir, seguía dando vueltas y mas vueltas por la casa. Fui apagando luces, bajando persianas, y antes de acostarme agarré mis sandalias y las puse bajo la ventana. Como algo lógico y sagrado a la vez. Con la seriedad de quien cumple con un rito, y la alegría de quien mantiene una buena costumbre. Claro, si era noche de reyes, ¿que otra cosa podía hacer? 
Lamenté no tener pastito en mi balcón francés para dejarles un poco a los camellos, y me quedé un rato contemplando el cielo, buscando alguna estrella muy muy brillante, que pudiera parecerse a la de Belén.
Las noches como esta son noches largas, en las que cuesta conciliar el sueño y en vano nos cantan "changos y chinitas duermanse". Pesan los párpados de todos los niños que intentan mantenerse en vela, para ver a estos tres reyes magos que vienen de tan lejos a adorar al Niño. Y bueno, finalmente nos vence el cansancio y quizás, si tenemos un poco de suerte, los vemos en sueños. Así me fui a dormir yo, como cuando era chiquita, pensando en estos sabios personajes de atuendos brillantes, de sedas y brocados, y cabalgadura extraña.
Grande fue mi desilusión a la mañana siguiente, cuando fui a mirar y no había nada dentro de las sandalias, y ni un rastro siquiera de los ansiados visitantes. Me enojé un poquito conmigo misma, mientras pensaba que yo era grande para seguir teniendo en cuenta estas cosas, que la gente crecía y se volvía seria, y yo debía de una vez por todas, hacer lo mismo. 
Desayuné, me vestí y sali. Era temprano, pero quería aprovechar el día. Caminé hasta lo de papa y mama, para regar plantas y ver que la casa estuviera en orden mientras ellos estaban de viaje.
Entré y prendi rapido algunas luces. No me gusta nada ir a casa cuando no hay nadie. Hay un silencio extraño, al que no están acostumbradas esas paredes.
Me acerqué a la ventana para subir la persiana y con sorpresa descubrí unas alpargatas mías viejas sobre la repisa. ¡y sobre ellas había un paquetito! Claro, los Reyes Magos habían ido a donde tenían que ir. Y habían dejado un regalo a una Rochi de rulitos rebeldes, un metro veinte de altura y dos ventanitas en el lugar de las paletas, que dormia despatarrada y apenas tapada, abrazada a un oso marrón.