Cuando era chica me pasaba horas y horas imaginando. Historias, personas, situaciones y lugares. Me encantaba imaginar el Cielo, que tenía que ser el mejor lugar que uno pudiera soñar. Una biblioteca inmensa con las paredes repletas de buenos libros de todos los colores hasta el techo, ventanales inmensos a bosques y jardines, escaleras en rieles, comodos sillones y serena paz.
Disfrutaba mucho las tardes leyendo tirada en el sillón de casa. Momentos impagables que me brindaron la escolaridad simple y la vasta biblioteca paterna.