sábado, 27 de enero de 2018

Niño

Corre un Niño a lo largo y a lo ancho del jardín. Se enreda en un arbusto, para mirar sus frutos. Ríe alborozado. Lleva y trae pequeños tesoros que encuentra por ahí. Una ramita, una semilla, unas hojas secas.

Corre y valeroso se trepa con esfuerzo en una silla del jardín. Desde allí me llama: ¡mamá! ¡Mamá! Y señalando con el dedo, nombra, como el primer hombre, todo lo que lo rodea:" árbol, flor, agua, árbol, arbol" en su media lengua de niño de año y medio.

Asombrado y feliz, descubre la novedad de la vieja creación.

lunes, 15 de enero de 2018

Duende

Después de un rato de baile, se durmió por fin el bebito en mis brazos. Adentro y afuera reinaba la paz. Amanecía.

Lo dejé en la cuna, y despacito me fui a la cocina, preparé un mate y me senté en la galería. Los pajaritos saludaban al sol que asomaba lentamente. 

Y de pronto apareció. Lo vi salir de atrás de un árbol. ¡Tanto tiempo sin ver a aquel duendecillo! Y estaba igual, con sus hoyuelos risueños, las manos llenas de colores y esos ojos claros y chispeantes que decían tanto sin hablar.  Soltó una carcajada fresca, se cebó un mate y comenzó la charla. Como las de antes: de todo, de nada y de más profundo. Y pasaron minutos, y quizás horas.

¡Mamá! ¡Mamá! Me llamó el mayor desde su cuna. El sol estaba más alto, y él ya quería salir a jugar. 

El duende hizo sonar su clarinete y se escabulló despacito entre los árboles. Lo seguí con la vista hasta que desapareció. Feliz. Con los pies en la tierra y el alma ligera, como luego de cada encuentro. Porque las verdaderas amistades no se marchitan nunca, por más que los vientos no las junten tan a menudo.