domingo, 28 de abril de 2013

Nocturno


Es un gesto que tengo incorporado. Salgo a la calle de noche y casi instintivamente digo una jaculatoria, y miro al cielo buscando la Luna.

Esta vez no la encontraba, así que emprendí la vuelta a casa con paso tranquilo, cantando bajito canciones de verano.

Hasta que doblé en una esquina y me topé cara a cara con su gigantez brillante. Sonrisa de oreja a oreja. La alegría de sentirse acompañada por una vieja amiga, que me invade cada vez que nos encontramos. La felicidad de recibir un regalo inesperado y sin motivo. Porque las bellezas de la naturaleza son simplemente eso, dones gratuitos. 
Lo que me quedaba de camino lo recorrí jugando a las escondidas con ella entre los edificios.
Después de todo tal vez sea cierto lo que alguien dijo alguna vez, y yo no sea lunera sino lunática...

martes, 23 de abril de 2013

Mundos de música.

Sentado frente al piano, el mundo se desdibuja. O mejor, se dibuja el mundo real.
Sus dedos bailan sobre el noble instrumento. Se pasean por las teclas,vertiendo en ellas la música que él lleva dentro. Con paso tranquilo algunas veces, alegre y saltarín otras, sus manos cuentan un mensaje al mundo. Todo su ser acompaña el movimiento calculado pero desbordante de libertad. Compases y espacios, armonía de sonidos y silencios. 
El gozo indescriptible del músico sólo podría traducirse con más música. 
Nadie le pasó una receta infalible ni le hechizó sus dedos. Él ama la música y por ella ha pasado horas practicando frente al piano, en la mesa, y hasta mentalmente alguna vez. 
Vuelve a tocar piezas de grandes compositores, interpretadas por músicos que lo precedieron, en todas las épocas y en los países más diversos. Trae consigo el espíritu de los Grandes que vinieron antes que él.
Y entonces, el también se engrandece. Dibuja con los dedos una belleza que remite a la Belleza,  se eleva su alma llena de notas dibujadas, y viaja hacia mundos desconocidos, quizás los mismos que yo recorro con mi pluma.

viernes, 5 de abril de 2013

Viajar a Fantasía


Sucedió de pronto, sin previo aviso.
La encontré hace algunas mañanas, peinándome antes de salir a trabajar. Finita, semi-opaca y erizada.
La descubrí sin querer, la miré muy asombrada y la arranqué con bronca. La analicé brevemente sobre la palma de mi mano y no hubo duda...  era una cana.
La Primera Cana.
Sola entre millones de pelos castaños, pero sin ninguna timidez, mirándome erguida y casi desafiante. Mi primer encuentro de la jornada había sido con ella, preanuncio de una vejez que llegará algún día.
Nostálgica o reflexiva que soy, como quieran decirlo, recordé mi infancia.
 Recordé el Colegio, los cumpleaños, los juegos en el patio, las corridas, las risas y los cuentos. 
Los cuentos de mi abuela, que comenzaban en un libro y terminaban en algún rincón de su vasta imaginación, los cuentos de mamá, que disfrutaba inventando historias fantásticas sobre cosas cotidianas, y los cuentos de papá, que se hacían rogar y llegaban cada tanto antes de ir a dormir, cargados de batallas y de héroes.  También todos esos cuentos que leí solita, devorando cada página que me traía historias frescas y nuevas desde mundos desconocidos. Y por supuesto, los que yo misma inventaba mientras jugaba, sola o con mis hermanos, mientras viajábamos en tren a bella vista, o mientras hacía cualquier cosa que  no requiriera demasiada atención. Me acordé de Wendy, y de los cuentos de hadas. Y me prometí frente al espejo, no dejar de gozar nunca de todos aquellos relatos y tener siempre a Olivia lista para viajar a Fantasía.

miércoles, 3 de abril de 2013

Silencios



Hay silencios y silencios. 
Los hay agradables, incómodos y forzados.
Silencios suaves como el algodón y silencios pinchudos como alfileres.
Silencio de mar en calma y silencio que anticipa una tormenta.
Silencio de oración y de misterio.
Silencio de encuentro, elocuente sin sonidos.
Hay silencios que quisiéramos que no existieran. Silencios hechos para ser llenados, pero que no se inundan de palabas porque el corazón en la boca lo impide. Y porque son tantas las cosas que hay para decir que si pudiéramos, tampoco sabríamos por dónde empezar.
Hay  un silencio que grita que no hay nada que decir, y un silencio expectante, atento a lo que está por venir.