lunes, 3 de junio de 2013

Siempre hay una primera vez

Llegué a Aeroparque con tiempo de sobra. Desde temprano habíamos estado preparándonos Olivia y yo para nuestro primer viaje en avión.

Atravesamos las puertas de vidrio, y vi reflejada en ellas mi cara. Expresión de susto y expectativa. Me sentí chiquita de nuevo. La misma sensación de cada vez que estaba por conocer algo nuevo, la misma del primer día de clases de primer grado, la misma que me invadía cuando íbamos a conocer un hermanito nuevo, y que vuelve cada vez que abro un libro que nunca he leído, que me siento frente a una hoja en blanco o me dispongo a recorrer lugares desconocidos. Alegre esperanza que antecede al asombro.

La gente iba y venía de aquí para allá con sus valijas, hablando por celular y caminaba rápido. Valijas mucho mas grandes y experimentadas que Olivia circulaban por el inmenso aeropuerto, deslizándose tranquilas sobre sus rueditas. Algunos pasajeros de viajes veloces, sin equipaje, otros cargados en demasía, relajados unos, apurados, alegres o apesadumbrados otros. Gente de todo estilo y color. Pero nadie se daba cuenta de que había una chica parada en medio del pasillo con su valija azul, sin saber que hacer. 

Un segundo o dos de desconcierto y decidí preguntar. Era más fácil de lo que parecía. Despachada Olivia, recorrí un poco mirando vidrieras y ya hubo que embarcar. Una fila larga y otra más, y subimos al avión.

Por supuesto que pedí ventana. Las luces iluminaban la pista. Tardamos en despegar mucho más de lo que me imaginaba. El avión recorrió la pista a la misma velocidad que un tren que veía pasar cerca nuestro. Giró por última vez y se posicionó frente a la recta final. Tomó carrera, aumentó la velocidad, se paró en puntitas de pies y de pronto, ¡estábamos volando! ¡Y era mucho mejor que hamacarse! Asombro, liviandad, felicidad y todo junto dentro mío. 

En la línea del horizonte el cielo se incendiaba al calor del sol, y las nubes se pintaban del color de las brasas al rojo vivo. Más cerca nuestro se tornaban amarillentas y anaranjadas. No quisiera caer en el lugar común de que las nubes parecían campos de algodón, pero es que eso eran. Parecía como si una pudiera bajarse del avión y correr a través de ellas. 
¿Y Olivia? Ella viajaba con las demás valijas. Me apenó un poco que no pudiera mirar por la ventana. Seguro que imaginó los paisajes, esperando ansiosa el relato de su dueña cuando bajáramos. 

4 comentarios:

  1. Pero mirá que bien, coincidí en la experiencia y el pathos. Saludos.

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  2. qué lindo!! ( ché qué es el pathosssss?) La cuestión es que está buenísimo...

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  3. Harmosoo, posta muy bueno. Excelente redaccion, lo que me preocupa un poco es que le hables a la valija, pero bue..

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  4. No sé como aterricé acá pero me hizo acordar en todo a mi primer vuelo.

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