jueves, 21 de febrero de 2013

Clarinete




Le toqué timbre y bajó a abrirme. Hacía algún tiempo que no la veía  y ya extrañaba sus risueños hoyuelos y su  mirada chispeante.

Feliz de estar de nuevo en ese espacio lleno de colores y alegrías, me desparramé en el sillón, y como tantas otras veces, abrimos juntas nuestros baúles de recuerdos y proyectos. Todos tenemos un baúl de esos,  pero durante los días rutinarios queda a veces olvidado,  y que viene tan bien revisar y ordenar seguido.   

Estuvimos largo rato compartiendo pequeñas iniciativas celestes y amarillas, grandes proyectos aún verdes e inmensas aspiraciones de color azul intenso.  Viajes, libros, canciones, trabajos… Penas y pesares, combinados con viejos recuerdos, y alegres momentos.  De a ratos nos ganaba la seriedad, y de a ratos explotaban las risas y amanecía en su cara esa sonrisa de colmillos rebeldes, tan propia de ella.

Claro, es que los más de 588 mails que llevamos enviados desde el 2009, no llegan a cubrir todo lo que una tiene dentro para compartir con la otra.  ¡Son tan necesarios encuentros como estos!

Afuera  anochecía y de un momento a otro la luna se asomó sobre los edificios. Adentro, volvía a salir el sol. Un sol anaranjado, brillante e imponente, que traía consigo una invitación a volver a encontrarnos con nuestra vocación, con nuestra veta artística y nuestros más grandes sueños.

Volví a casa feliz. Con los pies en la tierra y el alma ligera, como leí en algún lugar. Con la esperanza renovada dentro mío, y una sonrisa que no cabía entre mis orejas.

1 comentario:

  1. la pasión por las cosas que uno ama también es un regalo de los amigos

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